Tras nuestra salida de Cartagena, pusimos rumbo a Santa Marta, y desde esta ciudad que vio morir a Bolívar, nos dirigimos al vecino pueblo pesquero de Taganga.
A Taganga, nos fuimos en busca de playas y paisajes. Durante tres días, permanecimos acampados en un rincón tranquilo de este pueblo de pescadores, reconvertido en una pequeña destinación turística, donde la gente busca playas, fiesta y buceo.
Los paisajes de Taganga fueron idílicos, playas tras playas bañadas por el Caribe que chocaban con montañas cubiertas de pequeños árboles y grandes cactus. Era un contraste monstruoso, bello y despiadado, la sequedad del ambiente chocaba con las montañas mientras el mar era testigo impasible de lo que sucedía en superficie.
Hacer "snorkel" se convirtió en el pasatiempo favorito y recorrer la costa en busca de playas solitarias y lejanas en la meta de cada día. Además disfrutamos junto a los nuevos amigos, Martín y Naza, de cervezas al atardecer en la playa, de cocinar a la leña cada noche y de la tranquilidad del lugar donde habíamos acampado.
Taganga tiene magia, o tú la encuentras a ella o ella te encuentra a ti, no hay otra posibilidad.
A Taganga, nos fuimos en busca de playas y paisajes. Durante tres días, permanecimos acampados en un rincón tranquilo de este pueblo de pescadores, reconvertido en una pequeña destinación turística, donde la gente busca playas, fiesta y buceo.
Los paisajes de Taganga fueron idílicos, playas tras playas bañadas por el Caribe que chocaban con montañas cubiertas de pequeños árboles y grandes cactus. Era un contraste monstruoso, bello y despiadado, la sequedad del ambiente chocaba con las montañas mientras el mar era testigo impasible de lo que sucedía en superficie.
Hacer "snorkel" se convirtió en el pasatiempo favorito y recorrer la costa en busca de playas solitarias y lejanas en la meta de cada día. Además disfrutamos junto a los nuevos amigos, Martín y Naza, de cervezas al atardecer en la playa, de cocinar a la leña cada noche y de la tranquilidad del lugar donde habíamos acampado.
Taganga tiene magia, o tú la encuentras a ella o ella te encuentra a ti, no hay otra posibilidad.
We joined our forces with Naza and Martin and together we visited Taganga, a popular tourist site outside of Santa Marta. The small town is great. Fortunately for us it was not to crowded and we found a cheap camping to stay at. We used our time here on long walks on the dry hills. We probably visited all of the beaches here ;) The lanscapes here are out of this world- it is the weirdest mix of desert and sea. Its all dry, the dusty rocks are only covered by dry bushes and huge cacti and succulents, which makes a beautiful contrast to the incredibly blue waters of the Caribbean. We simply fell in love with this clash of two different worlds, the strong winds and rocky trails.
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Połączyliśmy siły z Argentyńczykami Naza i Martinem, których poznaliśmy w domu Bleidys. Razem wyruszyliśmy poznawać kolumbijskie wybrzeże. Pierwszy przystanek to Taganga- dość popularne miasteczko turystyczne na obrzeżach Santa Marta. Na szczęście byliśmy tutaj w czasie kiedy wszyscy turyści byli gdzieś indziej- uniknęliśmy więc tłumów i znaleźliśmy tani kamping.
Taganga zaskoczyła nas krajobrazami. Połączenie pustyni z morzem to coś nowego dla nas. Klimat jest tu suchy, suche są też kamieniste wzgórza. Spacerując po nich naprawdę ma się wrażenie bycia na pustyni. Trawa pokrywająca je jest brązowa, gdzieniegdzie silnemu wiatrowi opierają się rachityczne krzaki, a nad uboga roślinnością królują gigantyczne kaktusy. Jednak do rzeczywistości szybko przywraca nas spojrzenie w dół, gdzie niczym fatamorgana majaczą idealnie lazurowe wody Morza Karaibskiego. Naprawdę dziwne to połączenie, ale piękne- z przyjemnością walczyliśmy więc z upałem wspinając się na wzgórza, między ukrytumi w małych zatoczkach plażami. Nagrodą była zawsze kąpiel w chłodnej wodzie i całkiem ciekawy snorkel.
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